La ansiedad positiva, nos puede ayudar a mantenernos concentrados para afrontar los diferentes retos de nuestra vida. No obstante, este sistema de respuesta natural puede hacerse negativo por tensiones o presiones externas (estrés) o internas (del pensamiento o por factores hormonales en la mujer (subida de prolactina en sangre el día antes de la ovulación o bajada de estrógenos días antes de la menstruación)) y puede afectarnos de manera desproporcionada, en ocasiones, incluso en ausencia de factores desencadenantes (situaciones de peligro o estresantes, etc.).
El sentimiento desmesurado de ansiedad nos puede afectar a nivel físico y emocional. Y por eso, hemos de establecer una diferenciación clara entre dos grandes grupos sintomáticos:
- Síntomas mentales tales como irritabilidad, cansancio, preocupación constante, problemas para conciliar el sueño, dificultades de concentración…
- Síntomas físicos como tensión muscular, dolores, sudoración excesiva, mareos, temblores, bloqueo mental, pulsaciones elevadas, indigestión, diarrea, eccemas, pluritus, pérdida de cabello, impotencia, eyaculación precoz, anorgasmia, hipertensión arterial, aumento o disminución de peso, …
Diferentes tipos de trastorno suelen presentar los anteriores síntomas:
- Trastorno generalizado. Se manifiesta casi a diario en forma de nerviosismo excesivo, cuando aparentemente nada lo justifica.
- Trastorno de pánico. Se materializa en forma de ataques que suelen durar unos 30 minutos.
- Trastorno fóbico. Consiste en un temor irracional ante objetos, situaciones o actividades. Dentro de este grupo observamos un repunte de la fobia social.
- Trastorno obsesivo-compulsivo. Pensamientos y/o acciones involuntarias que el paciente no puede evitar repetir.
- Trastorno de estrés post-traumático. Hablamos de secuelas psicológicas desencadenadas tras situaciones de gran impacto emocional.
¿Cómo identificar un ataque de ansiedad?
Estos ataques presentan una serie de signos fisiológicos:
– Taquicardia.
– Sudoración.
– Temblores.
– Sensación de ahogo.
– Molestias en el tórax.
– Malestar abdominal.
– Náuseas.
– Escalofríos o calor.
– Sensación de mareo, aturdimiento o desmayo.
– Sensación de hormigueo o entumecimiento.
Así pues, para confirmar su diagnóstico, será necesario que observemos al menos cuatro de los anteriores síntomas.
Para encontrar soluciones a estos dos problemas psicológicos (ansiedad y estrés), lo primero es contar con un buen diagnóstico. Los profesionales pueden ayudarnos a reconocer los factores desencadenantes, y nos aportarán herramientas útiles para combatirlos con la ayuda de terapia.
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